2 mar 2011

La Fórmula de la Rebelión



Aunque mitologías y doctrinas se han dedicado a predicar lo contrario durante siglos, la miseria no es revolucionaria. El Che Guevara pudo haberlo entendido en Bolivia si hubiera sido más inteligente. En realidad, el miserable poco más puede que mendigar, prostituirse, robar o a duras penas subsistir.

El revolucionario es otra cosa: un sujeto suficientemente alimentando –para tener ganas de luchar– e instruido –para tener ciertas aspiraciones–, pero sin perspectivas. Las ansias urgentes de oportunidades ausentes implican otra característica: juventud. Si bien en los conflictos sociales nunca faltan ni están de más los veteranos, son los jóvenes quienes aportan y soportan la fuerza necesaria. Jóvenes para el caso, dejémoslo claro, son aquellos entre 15 y 29 años de edad. Ahora mismo en las calles de Libia tiene lugar una revolución. Portadores son 980.000 hombres jóvenes en ese rango de edad.

Las rebeliones populares van siempre contra la élite. Cualquier otro tipo de revuelta cae en la categoría de pogromo. La élite, desde luego, está compuesta por aquellos que detentan el poder. Ahora bien, ese poder no es sólo el mando en la política y en las empresas, sino también la suma de muchas ventajas menores que se ganan –a falta de revoluciones– por antigüedad: el puesto de venta en el mercado, la protección sindical contra el despido o una simple cuota de subsidio. El poder en sociedades sin alteraciones recientes lo tienen por lo común los caballeros entre los 50 y 65 años de edad. En Libia son unos 350.000 los componentes de esa generación élite. Por tanto, la proporción entre los jóvenes y la élite es casi de 3 a 1: exactamente 2,8. A este valor lo denomino Delta Generacional. Cuando Muammar al-Gaddafi le dio el golpe de estado al rey Idris en 1969 el delta generacional era de 3,9. La juventud alrededor del entonces oficial de 27 años disponía de aún mayor ventaja en número, aunque tenía menos instrucción y mucha peor nutrición que ahora. En Egipto los jóvenes son hoy 12,5 millones y la generación élite, apenas 4,4 millones. Eso da un delta generacional igual al libio: 2,8.

Tales proporciones demográficas con exceso de hombres jóvenes es lo que el americano Gary Fuller definió en 1995 como Youth Bulge, una inflación juvenil –término más específico que un literal abultamiento juvenil– que ha resultado esencial en todas las conquistas, expansiones, guerras y revoluciones desde que los primeros clanes se juntaron en tribus.

La mayor eminencia en la socio-demografía es el experto interdisciplinario alemán Gunnar Heinsohn, quien con Söhne und Weltmacht: Terror im Aufstieg und Fall der Nationen [Zürich: Orell & Füssli, 2003] (Trad.: Hijos y Poder Mundial: Terror en el ascenso y la caída de las naciones) demostró que, por ejemplo, toda la energía criminal de Adolf Hitler y el NSAPD habría alcanzado tan sólo para algunas escaramuzas callejeras si las mujeres arias hubiesen abortado con regularidad.

Además del colonialismo, el genocidio o la intifada, Heinsohn también explica de forma brillante por qué la demografía revolucionaria condiciona que la verdadera matanza suceda después del triunfo de la revolución, y entre los revolucionarios. La necesaria enorme desproporción entre los jóvenes y la élite en la revolución hace que, aún en el caso de la eliminación completa de la segunda, para cada puesto elitista libre haya 3 o más jóvenes disponibles, y enardecidos por la victoria. El primer paso en la lucha por el botín es deslegitimar a la competencia: “tú no eres lo suficiente revolucionario para ese cargo” o “tú te uniste a la revolución a última hora”. Y la forma natural de legitimarse para cualquier revolucionario puesto en duda es la radicalización. De ahí hasta la matanza es cuestión de unos minutos a pie.

Dicho todo lo anterior, estoy listo para ir al grano y revelar aquí la fórmula de la rebelión. Es bastante sencilla:


A, I y P son parámetros juveniles: alimentación, instrucción y perspectiva respectivamente. El último factor es el delta generacional.

Para finalizar analizaremos brevemente la ecuación cubana en 2011.

En Cuba la perspectiva P tiene un valor sumamente bajo, ideal para la rebelión. La instrucción I tampoco está mal a los efectos de la fórmula. En cambio, la alimentación A es deficiente. Los jóvenes de 15 a 29 nacieron entre 1982 y 1996, siendo afectados en buena medida por la hambruna cubana tras la desaparición de la Unión Soviética. De hecho, respecto a las generaciones anteriores miden en promedio varios centímetros menos, con varios puntos debajo en la hemoglobina, como muestran las estadísticas de los equipos olímpicos cubanos. Pero el verdadero desastre para la revuelta es el delta generacional. Los hombres jóvenes cubanos son apenas 585.000 para enfrentar a una élite de 434.000. De ahí no sale más que un delta generacional suizo o escandinavo: 1,3. Eso es puro pacifismo, y la consecuencia más grave de la costumbre de las cubanas de abortar.

No habrá una rebelión cubana de momento, mas los comunistas seguirán trabajando a favor de ella, intentando reducir la perspectiva hasta un valor infinitesimal.

3 comentarios:

  1. Muy interesante, mientras leía el comienzo del artículo pensaba precisamente en Cuba y en Venezuela. Esta última está haciendo ímprobos esfuerzos para que la "A" de esa ecuación llegue a cantidades cubanas.

    PD: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=%EDmprobo

    La palabra "ímprobo" puede usarse en este caso en sus dos acepciones.

    Saludos.

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  2. Pero esperemos que haya una revuelta a medida que el partido siga aumentando la proporción de A.

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  3. Tal cual, pero al menos anunciándola les metemos miedo.

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